La gran marcha es la del ejército de la Unión desde la caída de Atlanta hasta la rendición del general confederado Lee en Appomattox, Virginia, que supuso el final de la guerra civil norteamericana. He intentado buscar periódicos de la época para ilustrar una de mis sensaciones, pero obviamente en aquellos tiempos el periodismo no era tan inmediato como el de ahora. Se publicaba un semanario, el Harper´s Weekly, repleto de ilustraciones pero, como digo, no sirve a mi propósito.
Si esta guerra estuviera ocurriendo en estos momentos, todos conoceríamos al detalle los movimientos de ambos ejércitos. Habría análisis de las estrategias militares, fotos de cientos de esclavos liberados siguiendo al ejército unionista y cifras de víctimas y de heridos al instante. Quizá, como en la novela, el general Sherman obtendría un perfil completo y algo más de atención, pero también críticas muy duras por dejar escapar al general Johnston. De lo que no sabríamos nada hasta mucho después, o quizá nunca por su escaso interés informativo inmediato, sería de Pearl, la esclava blanca hija del amo, de las señoras sureñas desquiciadas porque lo han perdido todo, del médico militar Sartorius, del soldado con la púa en el cerebro o de Archy, el traidor loco.
En realidad, no hay nada que distinga a esta guerra de otras en la novela. Y quizá sea solo una sensación mía, pero el desprecio con el que Doctorow abandona a los personajes a su suerte después de centrarse en ellos solo durante unas páginas (incluso al gran general Sherman), sea una forma de decirnos que solo son una parte, que hay más en la gran marcha que también podrían ser protagonistas de novelas y que, sí, las guerras son mierdas destrozavidas.