Ciento cincuenta páginas de cuatrocientas. Aburrido, ladino y un poco manipulador. Tiene un prólogo de un tal príncipe Nicolás de Vere de la Corte y Orden Imperial y Real del Dragón (¡toma ya!) que asegura que sin los documentos que él proporcionó jamás se hubiera llegado a la conclusión a la que llegó Laurence Gardner. No sé cuál es ni me interesa porque con el planteamiento ya he tenido suficiente.
Es la misma historia de siempre: Jesús se casó con María Magdalena y su descendencia gobernó Europa durante siglos. Pero como esa parte ya nos la sabemos, este señor se remonta al principio de los tiempos estableciendo una comparación entre la mala traducción que se ha hecho toda la vida del Pentateuco y los textos sumerios y babilonios para dejar claro que la estirpe divina se remonta a cuando el mundo era una gran bola de fuego (o casi). Y mientras establece argumentos que a un historiador le harían llorar, al profano, como yo, no le incomodan demasiado… hasta que menciona a Darwin, a su eslabón perdido del origen de las especies, y primero con timidez y luego con descaro, asegura que lo que falta para completar la teoría de la evolución son varios extraterrestres (y que cómo es posible que nadie se haya dado cuenta con lo claro que está el asunto). Tampoco hay que ser muy listo para darse cuenta de que los no terrícolas que se apiadaron de los humanos a medio hacer son los mismos que engendraron a Jesús y bla, bla, bla por mil hasta llegar al siglo XXI y a las élites que lo controlan todo.
De traca. Pero no solo porque sea una tontería mentirosa creada para vender libros sino por la falta de fe en el ser humano que entraña. Según este señor, todo lo bueno que ha hecho el hombre desde que está en la tierra (creo que las pinturas rupestres las excluye porque no las considera lo suficientemente extraterrestres) lo ha conseguido gracias a seres venidos de otro planeta que se reprodujeron con mujeres más o menos evolucionadas. Ellos nos lo enseñaron todo y, al parecer, lo siguen haciendo. Bueno, todo no, a pensar parece que no porque ya me dirás, lector, en qué narices estaba pensando yo cuando decidí comprar, y leer, este libro. ¿Error evolutivo extraterrestre? Je.