Después de leer los primeros capítulos de La leyenda de la isla sin voz me pregunté lo que suelo cuestionarme cuando un escritor elige a un personaje ilustre como protagonista de una de sus novelas: ¿por qué? En este caso, añado otra más: ¿por qué precisamente Charles Dickens, que ha protagonizado otra novela no hace mucho y al que no le sienta nada bien la caracterización? La autora lo explica en este artículo. Al parecer su interés estaba más enfocado hacia la historia de la isla Blackwell (ahora Roosevelt). Situada enfrente de Manhattan, en el siglo XIX era el hogar de los deshechos sociales de la ciudad. Dickens estuvo allí en su primer viaje a Estados Unidos y en sus Notas de América criticó duramente el concepto de libertad del país. Dos más dos son cuatro.
Mi problema es que no tengo ningún interés en Charles Dickens como personaje. Creo que no es justo que se suplante su personalidad, que se inventen partes de su vida, que se escriban palabras que jamás salieron de su boca o que se le retrate como héroe romántico. Por otro lado, me parece un recurso fácil y de poco mérito. La mitad de la novela ya está escrita gracias a una excusa, a un escritor ilustre y a otra técnica que también encuentro muy irritante: la de mencionar hechos históricos simultáneos protagonizados por otros personajes reales con el fin de crear un contexto para la novela. O con un fin que desconozco.
En ese momento, en otra ciudad, Agapito McMahon acababa de inventar la polea con ruedas que supondría el gran paso que la humanidad necesitaba…
¿Qué es lo que aporta algo así? Como digo, todos los problemas que tiene la novela son también problemas míos. Como siento que me está tomando el pelo, me importa un pito lo que le ocurra a todo el elenco de internos de la isla y a Dickens, y para terminar, soy incapaz de valorar cualquier otro aspecto literario. Con lo buenos que son algunos libros de investigación…