He estado a punto de pasar de escribir sobre Mi vida querida. Primero, porque no tengo nada interesante que decir salvo lo que probablemente todo el que lea un poco ya sabe: que Alice Munro ganó el último Nobel de Literatura, que suele escribir relatos y que Mi vida querida es un conjunto de ellos.
Segundo, porque carezco de argumentos literarios para explicar por qué un premio así me parece excesivo. Es lo de siempre, el Nobel crea una expectativa en mí que no se ha satisfecho una vez leídos los relatos y la única explicación que tengo es la de «soy incapaz de sacar a Munro de un montón de escritores para darle un premio así». No digo que sea mala escritora. No digo que lo que cuente no emocione al lector «mostrando hasta qué punto esa vida cotidiana que tanto nos cansa puede llegar a ser extraordinaria». No digo que Munro no sea fuera de lo normal en sus textos extraordinarios. Solo digo que a mí no me llega. Porque quizá no sea el momento. Porque no soy lectora de relatos. Porque quizá me falte madurar. Porque quizá no sea para tanto… Quién sabe.
Tercero y último, porque empiezo a cansarme de la misma disyuntiva de siempre. Si no soy capaz de encontrar las respuestas a mis preguntas, a veces me gustaría que, al menos, no aumentaran las dudas. No las de este tipo. Me siento un poco estafada cuando me aburro leyendo a un Nobel. Por muy estúpido que suene es así.