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Yasunari Kawabata – Yukio Mishima. Correspondencia (1945-1970)

I.

He aquí lo que dijo Hölderlin en una carta a Schiller: «Siempre estaba tentado por verlo y no lo veía por sentir que yo, para usted, no podía ser nada». Y en otro pasaje: «Mientras estaba frente a usted, mi corazón se reducía a casi nada, y cuando ya había tomado coraje, no podía contener la agitación».

Mishima a Kawabata, 3 de Marzo de 1946

El libro de los cinco anillos de Miyamoto Musashi

He aquí las reglas que observar por todos los interesados en aprender este Código Marcial:

Primero, no pienses en nada malo.
Segundo, cultiva la Vía.
Tercero, expande tu cultura y conocimiento de otras artes y técnicas.
Cuarto, aprende los principios de distintas profesiones.
Quinto, identifica los perjuicios y beneficios de todo asunto.
Sexto, intuye el verdadero valor de las cosas.
Séptimo, percibe lo que no se ve.
Octavo, presta atención a los detalles más nimios y las cosas más insignificantes.
Noveno, no hagas lo que no sirva para nada.

Siete cuentos japoneses de Junichiro Tanizaki

Siete cuentos japonesesEstos son los Siete cuentos japoneses: El tatuador, supuestamente el más conocido, Terror, El ladrón, Aguri, El cuento de un hombre ciego, Retrato de Shunkin y El puente de los sueños. (Los enumero por si le resulta útil a alguien que busque alguno en concreto.)

Según la crítica, ese ente, «la obra de Tanizaki, escrita durante medio siglo y marcada por la búsqueda del ideal femenino y el erotismo, alterna y combina mundos occidentalizados, poblados de femmes fatales, con la delicada belleza del pasado». Quizá. Sin saber exactamente lo que es «la búsqueda del ideal femenino y el erotismo», yo diría que El puente de los sueños, un relato muy perturbador sobre las relaciones entre hijos, madre, esposas y madrastras, se acerca bastante. En Retrato de Shunkin también se vislumbra eso que llaman mujer fatal. La protagonista es un ser caprichoso, consentido e inocente de su comportamiento que manipula a todo lo que se le acerca.

Sin embargo, mi favorito es Terror. Es una descripción tan exacta de lo que una fobia grave puede hacer con las personas que es difícil pensar que el mismo Tanizaki no sufriera en algún momento sus consecuencias…

Ya habíamos dejado atrás las calles de Kioto; a gran velocidad iban pasando por las ventanillas las hojas tiernas de los árboles y arbustos suburbanos, el camino real, las bajas colinas de las afueras de la ciudad. Fue entonces cuando un pequeño brote de confianza empezó a abrirse en mi interior. Después de todo, quizá pudiese llegar a Osaka sano y salvo.

Los únicos que lo saben todo acerca de los brotes de confianza son los que sufren las fobias.

El niño que dibujaba gatos y otros cuentos japoneses de Lafcadio Hearn

El niño que dibujaba gatos Dice el editor que en esta recopilación de cuentos «se han utilizado las versiones de los cuentos recogidos en Japanese fairy tales y en The boy who drew cats». En total, veintisiete cuentos y uno de ellos, Urashima, en dos versiones diferentes. Lo interesante es que solo los siete primeros relatos son adaptaciones de Lafcadio Hearn. El resto, de autoría incierta. La pregunta que todo el mundo debería hacerse es por qué entonces el autor es Lafcadio Hearn si sólo adaptó una minoría de cuentos. Hasta el «y otros» habría estado mejor. Sin embargo, como la edición es elegante y regalaban una postal con la imagen de la portada, no voy a quejarme mucho. (Por cierto, no se sabe en qué fecha se hizo la fotografía pero está claro que se trata de la puerta (torii) del santuario Itsukushima, cerca de Hiroshima.)

Los cuentos de Hearn son muy breves, están ilustrados y tienen todos los elementos folclóricos de la cultura japonesa: el mar, los pescadores, el budismo, los samurais, las mujeres que no sabían lo que era un espejo, los árboles, las criaturas extrañas y Momotaro (el niño al que un matrimonio anciano encontró flotando en un río dentro de un melocotón). Mi favorito es el cuento del pescador Urashima, que un día se casó con la hija del Rey Dragón del Mar y cuando quiso volver a tierra descubrió que nada era como él esperaba…

Amrita de Banana Yoshimoto

Amrita  Toda la vida pensando que Amrita era un nombre peculiar de mujer y resulta que es la bebida de los dioses, esa que «inunda todo de la energía pura vitalizadora como la vida misma» (es una cita, sí, pero prefiero no revelar la fuente por pudor). Aunque la protagonista de esta novela no se llame como el néctar, lo que Banana Yoshimoto nos cuenta de ella sí tiene más que ver con energías puras vitalizadoras y espirituales que con la vida misma.

Sakumi es una mujer joven que ha perdido gran parte de su memoria después de una caída. Vive con su madre, con su hermano pequeño, una especia de buda que lo ve todo con su «ojo especial», con su prima y con una amiga de su madre. Su hermana mayor, Mayu, falleció, y ella ahora sale con el que era su novio. No hay mucho más que contar acerca de la historia y sin embargo la novela tiene más de trescientas páginas. ¿De qué ha llenado Banana Yoshimoto todos esos folios?

Hablando en plata, de tonterías. Sakumi, que es la narradora, analiza de un modo transcedental todo lo que le ocurre en la vida. No me apetece citar a Yoshimoto, pero para que se entienda es algo así como… «después del sueño, me desperté aturdida, desayuné cereales con queso y recordé aquel día que mi hermana me dijo que las aves del parque eran blancas y entonces entendí que si lo hubiera sabido entonces, ahora los huevos de codorniz de la abuela no estarían rotos». Si se tuerce un pie, lo analiza. Si sube un escalón, también. Si lo baja, con más razón. Todo, todo, todo tiene una transcendencia espiritual. (Estoy pensando que menos mal que no habla de temas escatológicos porque habría que ver qué importancia le otorgaría a un trozo de mierda con forma de luna creciente, por ejemplo.) También hay espíritus, fantasmas y videntes. Todas las personas que rodean a la joven parecen estar dotadas de una fuerza espiritual fuera de lo normal. Todo está tan cargado de significado que dan ganas de vomitar. Y no se lo cree ni ella. Lo terminé porque era la última oportunidad que había decidido darle a Banana Yoshimoto, pero una vez más, consiguió decepcionarme. Sobre todo porque después de tanta estupidez, cuando ocurre algo verdaderamente importante, a ella le da lo mismo y sigue con sus lunas, sus ovnis y sus chorradas. Lo dicho, ni ella se lo cree.