Toda la vida pensando que Amrita era un nombre peculiar de mujer y resulta que es la bebida de los dioses, esa que «inunda todo de la energía pura vitalizadora como la vida misma» (es una cita, sí, pero prefiero no revelar la fuente por pudor). Aunque la protagonista de esta novela no se llame como el néctar, lo que Banana Yoshimoto nos cuenta de ella sí tiene más que ver con energías puras vitalizadoras y espirituales que con la vida misma.
Sakumi es una mujer joven que ha perdido gran parte de su memoria después de una caída. Vive con su madre, con su hermano pequeño, una especia de buda que lo ve todo con su «ojo especial», con su prima y con una amiga de su madre. Su hermana mayor, Mayu, falleció, y ella ahora sale con el que era su novio. No hay mucho más que contar acerca de la historia y sin embargo la novela tiene más de trescientas páginas. ¿De qué ha llenado Banana Yoshimoto todos esos folios?
Hablando en plata, de tonterías. Sakumi, que es la narradora, analiza de un modo transcedental todo lo que le ocurre en la vida. No me apetece citar a Yoshimoto, pero para que se entienda es algo así como… «después del sueño, me desperté aturdida, desayuné cereales con queso y recordé aquel día que mi hermana me dijo que las aves del parque eran blancas y entonces entendí que si lo hubiera sabido entonces, ahora los huevos de codorniz de la abuela no estarían rotos». Si se tuerce un pie, lo analiza. Si sube un escalón, también. Si lo baja, con más razón. Todo, todo, todo tiene una transcendencia espiritual. (Estoy pensando que menos mal que no habla de temas escatológicos porque habría que ver qué importancia le otorgaría a un trozo de mierda con forma de luna creciente, por ejemplo.) También hay espíritus, fantasmas y videntes. Todas las personas que rodean a la joven parecen estar dotadas de una fuerza espiritual fuera de lo normal. Todo está tan cargado de significado que dan ganas de vomitar. Y no se lo cree ni ella. Lo terminé porque era la última oportunidad que había decidido darle a Banana Yoshimoto, pero una vez más, consiguió decepcionarme. Sobre todo porque después de tanta estupidez, cuando ocurre algo verdaderamente importante, a ella le da lo mismo y sigue con sus lunas, sus ovnis y sus chorradas. Lo dicho, ni ella se lo cree.