Un lugar llamado nada de Amy Tan

La semana pasada el presidente estadounidense Barack Obama nombró un nuevo embajador para Myanmar después de veintidós años sin apenas relaciones diplomáticas. El motivo es que la dictadura militar que gobierna en Birmania (nombre por el que todo el mundo conoce el país salvo los que se lo cambiaron) está emitiendo tímidas señales de interés por la democracia. Y Estados Unidos, país solidario que no busca nada a cambio, le ha tomado la palabra.

País desconocido, narradora fantasma. Literal. Y qué mejor forma. El cerebro, antes de morir, había organizado un viaje a Birmania con unos amigos estadounidenses bastante peculiares. Después de muerta, decide ir igualmente. Y su omnipresencia le permite enterarse de todo lo que ocurre.

A través de su sentido del humor, no solo retrata la ignorancia de sus amigos y los critica mordazmente, sino que, por puro contraste, muestra uno a uno todos los aspectos desconocidos del país llamado nada. Esa comparación llega a su punto máximo cuando los turistas son secuestrados (¿o no?) por una tribu de la zona. Irrisorio, sí, pero también triste.

Cuando terminé esta novela leí El club de la buena estrella, también de Amy Tan, pero el conflicto generacional entre madres asiáticas e hijas estadounidenses no solo no me gustó, sino que me decepcionó. Me quedo con Un lugar llamado nada. Su gran valor es el coraje con el que la autora se enfrenta a la junta militar a través de sus palabras cuando a nadie más en el mundo le interesaba un pito Birmania.