My story de Marilyn Monroe

 -Es muy extraño. En toda tu actuación en esta escena he ido recibiendo vibraciones sexuales de ti. Como si fueras una mujer atrapada por la pasión. Me paré porque pensé que debías estar sexualmente demasiado perturbada como para seguir.

Empecé a llorar. No prestó ninguna atención a mis lágrimas, sino que siguió decididamente:

-Comprendo tu problema con el estudio ahora, Marilyn, y también comprendo al estudio. Eres una mujer que emite vibraciones sexuales, no importa lo que estés haciendo o pensando. El mundo entero ya ha respondido a estas vibraciones. Salen de la pantalla cuando tú apareces. Y a los jefes de tu estudio les interesan solo tus vibraciones sexuales. No les importas nada como actriz. Puedes ganar una fortuna con sólo vibrar ante la cámara. Ahora veo por qué rechazan verte como una actriz. Les resultas más valiosa como estimulante sexual. Y todo cuanto quieren de ti es sacar dinero fotografiando tus vibraciones eróticas. Puedo comprender sus razones y sus planes.

Michael Chejov me sonrió.

-Puedes conseguir una fortuna con sólo plantarte o moverte frente a las cámaras, casi sin actuar-dijo Michael.

-No es lo que quiero- le dije.

-¿Por qué no?- me preguntó afectuosamente.

-Porque quiero ser una artista -le respondí-, no una rareza erótica. No quiero que me vendan al público como un afrodisíaco del celuloide. Que me miren y empiecen a agitarse. Estaba bien en los primeros años. Pero ahora es distinto.

Mi interés por Marilyn Monroe despertó mientras veía un documental en televisión. Era tarde y yo me encontraba en ese estado de duermevela en el que curiosamente todos los estímulos se graban en la memoria para siempre. El locutor decía que Marilyn en sus últimos años se había cansado de ser un objeto sexual y que sus grandes esfuerzos por convertirse en actriz empezaron a dar sus frutos cuando falleció. Y que siempre se había sentido muy sola.

Mientras escribo esto recuerdo una Nochevieja en mi antigua casa, sola, a las tres de la mañana viendo El príncipe y la corista. Entonces mi percepción de Marilyn Monroe cambió. Después del documental lo volvió a hacer. Mis ojos se achican en gesto de ternura cuando la veo, como me ocurre con Vivien Leigh y con Audrey Hepburn. Es ese gesto íntimo entre dos personas provocado por la empatía, aunque en este caso solo unilateral.

My story no es un libro escrito por Marilyn. Ella le contó sus vivencias al guionista Ben Hecht y éste, como buen compositor de palabras, le dio forma. Para mí supone el tercer cambio de percepción de Marilyn. Solo abarca hasta su luna de miel con Joe DiMaggio y su visita a las tropas estadounidenses en Corea, pero en él demuestra ser algo más que una rubia exuberante e injuriada por la crítica: observadora, intuitiva, perspicaz, crítica y muy inteligente.