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Enésima crónica de un viaje a Japón (III)

Sanjusangendo El Sanjusangendo se llama así porque hay exactamente treinta y tres espacios (san-juu-san) entre las columnas que mantienen el templo en pie. Lo sobrecogedor está dentro: 1001 estatuas armadas de la diosa Kannon talladas en madera de ciprés japonés dispuestas en formación «militar». Lo entrecomillo porque la impresión es mía. Pero hay treinta estatuas, una del dios del Trueno y otra del dios del Viento (Fujin y Raijin), y otras veintiocho de dioses guardianes que se convirtieron en motivo de sorpresa y de reproche. De asombro porque no tenía ni idea de que los dioses budistas estuvieran acompañados de guardianes de origen sintoísta y de recriminación porque no se debería hacer un viaje tan importante cargada de tanta ignorancia. Así me pesaban las maletas. De todas formas, alguien debería escribir la historia de la profecía que habla sobre el día en el que las estatuas del templo saldrán a defender Japón de los invasores. En este templo, por cierto, compré mondadientes a 100 yenes. Uno de los mejores regalos que hice.

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Mi intención era seguir una trayectoria ordenada de visitas pero me rendí enseguida. En el metro me manejaba bien, pero a la hora de coger autobuses, algo muy útil en Kioto, me convertía en una inútil. Creo que fue el último día cuando me di cuenta de que la dirección estaba indicada en las paradas. Con flechas. Ahí empecé a pensar que había perdido muchas neuronas en el aire y tristemente lo confirmé después. Por tanto, como no supe llegar al Gingakuji, aparecí en el Heian. La superposición de la farola, el árbol y el torii más grande del mundo que se ve en la fotografía me llamó la atención, pero para hacerla tuve que adoptar una postura un tanto griega que provocó mi primera conversación extraoficial. La señora, casi anciana y pizpireta, se me acercó para decirme que la puerta era muy grande y que por tanto era muy difícil fotografiarla, ¿verdad? Mi respuesta fue un sí acompañado de una reverencia. En japonés, claro. Muy locuaz.

El templo también estaba lleno de estudiantes escandalosos así que pagué para entrar en los jardines. Las fotos dirán más que yo pero en ellas no sale la pareja que llamó mi atención. Joven. Cuando llegué terminaban de tomarse un té y se marchaban. Me hubiera gustado verles de cerca pero elegí quedarme. Un pálpito.

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